La ciencia ha demostrado que el auténtico reflejo de nuestras emociones está precisamente en el rostro.
Nuestro cerebro juzga las expresiones faciales a una velocidad asombrosa, y decide de manera inconsciente quién nos gusta y quién no. Por lo tanto, si la primera impresión es la que cuenta, debemos tener muy claro que el estímulo inicial recibido proviene de la cara observada.
Estudios recientes, que examinan cómo la apariencia facial se refleja en el éxito, aseguran que mientras más dominante parezcas, más probabilidades tienes de que te contraten como ejecutivo de alto nivel.
Por otro lado, parece ser que el secreto de alguien accesible y confiable está en su sonrisa; el atractivo y aspecto juvenil residiría principalmente en el tamaño de los ojos; y el carácter dominante en la masculinidad del rostro. Además, la inclinación de la cara y el tono de la piel también juegan un papel destacado.
Se cree en particular que la honestidad se refleja en el rostro; son más altaslas probabilidades de prestarle dinero a aquel que luce más confiable.
Pero, ¿cómo sabemos qué hace un rostro honesto, competente o dominante? Una posibilidad es que simplemente estemos respondiendo a expresiones faciales: una sonrisa bonachona, un ceño fruncido.
A la hora de juzgar, reaccionamos a pequeñas diferencias en la cara, desde la forma de las cejas hasta la estructura ósea. La realidad es que cuando conoces a alguien espontáneamente lo evalúas.
Se ha demostrado que sólo se necesitan 40 milisegundos para formarse una impresión de la personalidad de alguien. Eso equivale casi a un pestañeo. Incluso los niños de 3 y 4 años deciden quién se ve “malvado“ o ”bueno» basados únicamente en apariencias.
¿Engaña la apariencia? Nuestra precisión puede no resultar correcta, con lo que podemos terminar haciendo mucho daño.
Sea que estés entrando a una fiesta, conociendo a tus futuros parientes políticos o tomando parte en una entrevista de trabajo, tu apariencia podría estar decidiendo tu destino.
A diferencia de lo que ocurre con la mayoría de los prejuicios, somos tanto las víctimas como los victimarios: todos hemos juzgado a alguien de forma injusta, basándonos en su apariencia y, como contrapartida, todos hemos sido juzgados en algún momento.